Sabía que estaba ahí, en ese parque, en el mismo banco donde tras lo ocurrido pasaba todas sus tardes. Decía que era el único lugar donde podía estar solo, reflexionar, sin que nadie le molestara. Caminé entre las oscuras calles, esperando que siguiera allí, tenía que verle, hablar con él, asegurarme de que estaba bien. Seguí sin descanso hasta llegar al parque, me adentré en él, buscándolo con la mirada, recorriendo cada rincón. Pude distinguirle entre la niebla, sentado en el banco, con sus vaqueros rotos y una camiseta azul eléctrico. Sus brazos fuertes y robustos caían despreocupados a sus costados. Tenía la mirada perdida, como si estuviera recordando algo.
Los recuerdos invadieron mi mente:
Hacía un día precioso. Los pájaros cantaban alegres ante la llegada de la primavera. Por fin iba a verle, me habían hablado tanto sobre él que sentía que ya le conocía. Lo recuerdo como si fuera ayer, estaba sentado en ese mismo banco. Me saludó amigablemente, mostrando su perfecta sonrisa, que formaba un divertido hoyuelo en su mejilla derecha, dándole una apariencia inocente. Tenía los labios carnosos, ligeramente agrietados por el frío. Su rostro, bronceado por el sol, resaltaba sus enormes ojos verdes que transmitían seguridad y confianza. Su pequeña nariz pasaba casi inadvertida ante la belleza de sus ojos. Al darle el sol, su pelo color castaño claro era adornado por unos suaves reflejos dorados, que se movían ondeantes a causa de la suave brisa. Entre su pelo, justo debajo de su mandíbula, a unos centímetros de la oreja izquierda, pude distinguir un pequeño lunar.
Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, devolviéndome a la realidad, a esa fría y gris noche de enero. Había cambiado tanto en estos meses.
Me acerqué a él lentamente, al verme, se apartó unos rebeldes mechones de la cara y, acto seguido me sonrió. Me quedé helada al ver esa triste sonrisa, no era como la recordaba, estaba vacía, sin vida. En ese momento comprendí que todo había cambiado, ya no volvería a ser como antes. Me acomodé a su lado, sin mediar palabra. Tras unos incómodos segundos, me miró. Una lágrima cayó suavemente desde sus ojos, deslizándose a través de su rostro. No hizo nada por impedirlo. Por primera vez vi como esa coraza de defensa que había conseguido crear con el tiempo, iba quebrándose, poco a poco, a medida que cada lágrima caía.
Simplemente le abracé, en silencio, como nunca lo había hecho, jurando que siempre iba a permanecer a su lado.
que lindo el limon? por que es un limon verdad?
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